miércoles, 11 de julio de 2012

Las niñas como tú siempre huelen a melocotón

Me encandilas con tu blanca piel, me motivas sin hacerme caso, me mereces la pena.
Déjame llevarte a lugares insospechados que ni siquiera yo conozco. Vamos, pero manteniendo una distancia acorde a nuestro tiempo de exposición del uno con el otro. A unos 300 vatios. Una vez allí, beberé hasta que olvide que soy alcohólico, total, solo me da problemas.
No me gustaría ser tú. Excepto por la inteligencia. "Saber hacer", aunque a veces no corresponda a "querer hacer". Yo soy más de lo segundo. De impulsos. Pensar no está hecho para mí, a priori. Solamente a posteriori. Pero te aprecio.
Tengo la habitación hecha un asco: Un perchero lleno de ropas que jamás me pondré, una mesita dónde no cabe el móvil ni de canto, un escritorio que ordenarlo me llevaría el mismo tiempo que le estoy dedicando a escribirte esto, y unas paredes dignas de la casa de una preadolescente de los 90.
A veces cogería el cubo de la basura y acabaría con todo, pero son tantos recuerdos... Esta mañana he abierto la carpeta donde guardo parte de mi vida (ésa que hoy no va a dar un giro inesperado).
En ella he encontrado cosas como éstas:
"¿Qué tal? Vamos a escapar de este mundo de atascos"; "Con sensibilidad, ésa que te define cada vez que callas"; "Señor Pan"; "Achilipú apú apú"; "Dame un aplauso cuando lo leas"; "When we retorned to Venice´s airport..."; "...in Germany is snow and cool"; "¡Qué barbarité!"; "7) Quítate la camiseta"; "Te queremos"; "Tripodología felina" (adjunto foto); "¿Dónde está la bandeja de la mesa seis?"; "Equipo papelera"; "Te escribo porque lo estoy deseando"; "Las fotos son una mierda (son de mis profes)"; "Ja, ja, ja (leer como tu imitación de mi risa)"; "Pajilla en la nariz = sangre"; "Me haré socio del viento"... Y un largo etcétera que desemboca en un gran tesoro que esconde oro que no reluce pero que es realmente bonito, y que algún día me gustaría compartir. Creo que compartir es una fantástica palabra. Es como decir que alguna vez fuiste querido. Debes saberlo muy bien.
También tengo algo que me recuerda al olor del melocotón. Dos hojas (pequeñas, todo sea dicho) que empiezan con: "Esto es una carta de despedida"; y acaban con: "Como ves, es original la carta, que se me ha roto y todo en el viaje".


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