martes, 14 de enero de 2014

M'agrada la llimona

Qué difícil resulta hacer una rima. Y mucho más si es consonante. Odio el querer y no poder, pero ya no solamente en este ámbito literario, sino en cualquier otra modalidad.
Últimamente me ocurre demasiado (lo de odiar, digo). Odio la raya que no se va cuando barres. Odio, también, que las cosas no salgan como tenía previsto.
Qué difícil resulta hacer una poesía con rima consonante, y eso que somos castellano parlantes. Me parece acojonante, a la vez que fascinante, aquellos que tienen el don para realizarlo sin palabras malsonantes.
Ante(s) yo era un poeta. Antes, con el aroma a limón y el frío dentro del cuerpo, no había nada que se me resistiese. Dónde quedaban los cuarenta días de invierno, me preguntaba, cuando una gota de sudor mojaba mi sobaco apenas treinta segundos después de haberme duchado.
Eso era antes, aunque por suerte, todavía no tengo que calentar la taza del water cuando voy a sentarme; tampoco dormir con calcetines, con lo que odio yo dormir con calcetines. Puede ser que todo llegue, pero por el momento iré quejándome de lo difícil que es hacer una rima consonante que resulte intrigante.
Me cuesta imaginarme cómo debe ser en chino, japonés, árabe o finés. Más que nada porque no tengo ni idea de esos idiomas, en los que cuesta tanto ver comas, como en los desiertos a las palomas.

I és que, ara, sóc català. O almenys visc aquí. Tot això té moltes coses que envejar a la terra d’on vinc. I viceversa.
Catalunya té un color especial, com Sevilla, però no és tropical. I en això es basa tot.

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