Amigos invisibles hemos tenido muchos a lo largo de nuestras vidas. Casi todos nos han hecho reír, aunque algunos también nos han hecho llorar.
No es una experiencia propia. Ni siquiera conocida, es más bien inventada:
Primero de Magisterio. Todo el mundo se conoce. Ultimo día antes de las vacaciones de Navidad. Regalos: Pañuelos, gorros, las típicas braguitas que no faltan en ningún acontecimiento de este estilo, cosas más interesantes y caras... Y al fondo ahí estaba. Envuelto con un papel nada llamativo y decorado con la pegatina de "Feliz Navidad" (creo que estaba totalmente en mayúsculas). No era muy abultado y apenas pesaba, algo lógico sabiendo que era un sobre con un solo papel que hacía de carta.
Nadie estaba pendiente de ese regalo. No se sabía de quién podía ser (y de momento tampoco se sabía para quién iba, porque nadie lo había mirado). En un despiste del que repartía, empujó sin querer el sobre y lo tiró al suelo. Cuando terminó preguntó si todos habían recibido el suyo. Ella dijo que no y el repartidor se puso a buscar mientras escuchaba las risas y mofas (no maléficas) de los demás. Al fin apareció. Se escuchó un "wuoooo, una carta, ¡Qué la lea...!". La abrió y la leyó:
"Llevamos tres meses juntos en clase. Eres la única persona con la que no había hablado hasta que me tocaste en este juego. Ahora sé mucho sobre ti. Entiendo que estas pistas no sean suficientes como para saber quién soy. Pero seguiré...
No respondes a mi estereotipo de chica, pero desde el primer cruce de miradas que tuvimos hace dos semanas, sé de qué color son tus ojos, cuál es tu tono de habla y puedo suponer qué cosas pueden llegar a gustarte y qué no.
Yo no quería hacerte un regalo común. Quería y sigo queriendo sorprenderte. Hacer que te fijes en mí. Por eso te escribo esta carta..."
La chica paró con la cara enrojecida y miró a su alrededor. Todo el mundo estaba pendiente de ella. No faltaba nadie en clase. Él estaba allí y ella lo sabía. Todos lo sabían. Siguió leyendo:
"...que no es una carta cualquiera. Te he seguido, te he estudiado, te he preguntado mil veces, he preguntado a los demás, he conocido a tus amigos, y me he convertido en un maníaco por saberlo todo de ti. Pero no te preocupes, eso ya ha acabado. El juego termina en este mismo instante. Ahora todo lo que queda es una incógnita."
Ahí terminó la carta. La chica se mostró sorprendida. Todos lo hicieron. Eran un espejo de los sentimientos de ella. Si ella reía, ellos también lo hacían. Si a ella se le hubiese ocurrido llorar, ellos hubiesen hecho lo propio.
Al rato salieron de allí un tanto confusos. Algunos alegres por sus regalos y otros riéndose por los suyos. Ella salió la primera, hablando. Hablando de su carta con su mejor amiga.
De repente un chico la tocó por la espalda. Ella no dudó en preguntarle si había sido él. Lo hizo en voz baja, pues no quería volver a llamar la atención. El afirmó, pero mentía. Solo quería reírse sanamente de ella. Después se fueron de comida.
A ella se le había olvidado ya un poco la carta, pero aún pensaba: "¿quién podrá ser?". Los examinó a todos. No sacó nada en claro. Terminaron de comer y cada uno se fue a su casa.
Cuando iba a entrar por la puerta de su edificio, un coche le pitó. Se mostró un poco confusa y se acercó donde estaba el vehículo.
-"Hola, ¿qué haces por aquí? ¿Y eso que no has venido a comer con todos?"
-"No he podido. Después del amigo invisible me he tenido que ir para casa"
-"¿Ha pasado algo?"
-"No. No te preocupes. Estoy aquí porque quería decirte una cosa"
-"¿No serás tú mi amigo invisible?"
-"Sí. Lo extraño sería que después de esperarte en tu puerta, no lo fuese, ¿no?"
Ella montó en el coche. Él arrancó y cerró los pestillos. Se fueron hablando. Riendo. Todo lo demás fue una incógnita.
Ahora ella vive lejos y él también está muy lejos, mucho más que ella.
Ninguno de los dos volvió nunca a la clase después de Navidad del primer curso.
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