martes, 20 de noviembre de 2012

Con sus tildes y sus elles


Un despertar cualquiera es aquel en el que el Sol radia al otro lado del espejo, y casi al unísono, una tostada y un café se mezclan con un hilo musical de fondo, por ejemplo de un hit de verano.
Y como no sé hablar de todo un poco utilizando conectores, creo que pasaré de ello, “por lo que” pienso que quizás hubiesen preferido que los presentara mucho antes... Pero bueno, a veces las cosas buenas se hacen de rogar. Lo sé, también las malas.
Él es un amante del libre albedrío que promulgaba Friedrich, aunque por alguna extraña razón, nunca me lo ha dicho. Ni siquiera nadie podría afirmarlo, pero sé a ciencia cierta que lo es. Su pequeña estatura así me lo muestra a diario.
Ella no merece ninguna explicación. Perfecta en forma y en todo lo acabado en -encia y -ente. Piensen mal, por supuesto. Pero sobre todo, piensen bien.
Él suele ser testigo de todo lo que aún no he visto. En sueños así lo parece.
Y a ella, todavía no sabría presentarla muy bien, y por mucho que pueda decir, él es él, y ella es ella. Con sus tildes y sus elles.



“Y en abril, aguas mil”, dicen los sabios que muchos días se han vestido. Qué pena que casi todas mis primaveras sean de luto. Las avispas no perdonan para realizar su cometido. Y casi siempre les sale por un alto precio. 
¿Morir? Yo no soy como ellas. Si algún día he de hacerlo, prefiero que sea en invierno, y que una bufanda y mi preciado abrigo puedan testificar sobre lo ocurrido.
Así podremos todos irnos a dormir tranquilos. Que de un tiempo a esta parte, nadie duerme con demasiada soltura. Muchas horas, pero pocas nueces.

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