jueves, 20 de marzo de 2014

Competir no es jugar, aunque jugar pueda ser ganar

Relaciono letras y números con colores. En orden, como si fueran parte de una tabla. Así, la “a” es blanca y la primera-segunda. Me gusta la “a” y me gusta lo blanco.
Es posible que sea mi vocal favorita, justo después de la “e”.
La “e” es verde y la tercera. Solo la tercera. La cuarta no tiene vocal. Pero sí la quinta. A ésta corresponde la “i”. ¡Qué vocal más en desuso! Seguramente no sea el primero en preguntarme porqué una “i” no es una palabra que se pueda analizar morfológicamente como tal. Aunque la diosa madre la defina. Hablo de la RAE, que tiene la primera-segunda y la tercera. 
La “o”, o, mejor dicho, el “o” es el octavo, dejando así al sexto y al séptimo sin representación. Por último queda la “u”. Y digo por último porque es la/el último. Si la tabla termina en el noveno, éste será esa vocal tan oscura. No me gusta la “u”. Ni cuando suena, ni cuando no. Tampoco me gusta de ella un apartado que se convierte en recurso para hacerla que suene: La diéresis. Creo que se debería llamar diéreqüis. Todo quedaría más claro. Claro es blanco, como la “a”.
Hay muchas cosas que debemos mejorar, y entre ellas está la manera de llamar a las cosas. Nos complicamos en escribir tanto como en hablar. Y la comunicación no es solo plasmar con signos verbales. También existe la posibilidad de hacerlo de forma no verbal. Por lo tanto considero que un gesto no debería tener representación léxica. Deberíamos eliminar los términos relacionados a asentir, encogerse de hombros, o fruncir el ceño, entre otros. Solo así le daríamos la importancia que tiene a ese apartado tan vivo de nuestro lenguaje corporal.
Y así, solo así, la vida sería mucho más fácil y lógica. Incluso puede ser que ya hubiésemos descubierto el sentido a todo esto. Un solo gesto que no se pudiese plasmar en palabras tendría la solución.

Y ahora, ¿cuánto hace que no juegas?

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